miércoles, 31 de octubre de 2007

Autorretrato Photoshop

Herramientas utilizadas:
Recortar (elementos externos, como la misma foto para poder aplicar los otros)
Herramientas de laboratorio (saturación, brillo, curvas y contraste)
Vectorización (conejo)
Selección (lazo, marco e invertir selección)
Cambio de color (a blanco y negro)
Herramienta de "dedo" (para suavizar contorno de pelo)
Rotación de imagen (en el caso del fondo de la parte de blanco y negro)
Utilización de capas y propiedades de estas (ej: sombra del reloj, transparencia de la regla, etc)

jueves, 18 de octubre de 2007

Un oasis en el gigante gris...simple utopía

El Hospital de Carabineros (HOSCAR) queda en la comuna de Ñuñoa. Es una gran construcción grisácea de un estilo tosco e imponente. La sala de emergencias, que queda en el subterráneo del recinto, atiende a unas 600 personas en los días más críticos. No hay descanso. Sólo los fines de semana hay tiempo libre para escuchar música o compartir con los compañeros.

Espacio de contradicciones. Los médicos, enfermeras y asistentes a pesar de su rol protagónico en salvar vidas, lucen como apariciones fantasmagóricas en su fugaz correr por los pasillos. Se vive un ambiente lúgubre, pequeñas ventanas y luces mortecinas lo acentúan.




No hay tiempo para preocuparse por lo que los rodea. Llega la ambulancia, suena una alarma anunciándola. Por otro lado, un familiar preocupado pregunta a una enfermera en la puerta de la sala de emergencias. El paciente entra a la sala de observación y se decide enviarlo a cirugía.




El frenesí del subterráneo parece detenerse por un segundo, el sector de pabellones (un par de pisos más arriba) es otro mundo. Silencio, cautela, concentración en un principio.







La extracción del apéndice va bien, uno de los integrantes del equipo de operación decide amenizar con un poco de música. Las enfermeras realizan las últimas anotaciones finalizada la cirugía. Mientras, uno de los asistentes limpia la sala.







Respiran… ya llevan más de un día de turno. Las enfermeras se reúnen en una de las únicas salas iluminadas naturalmente. Ven televisión, conversan, comen un poco...




...hasta que una nueva llamada de la sala de emergencias las lleva a los oscuros pasillos otra vez.

miércoles, 3 de octubre de 2007

Autorretrato



Desde chica que fui muy apegada a las reglas. No creo haber hecho alguna travesura grave, además de esconderme una vez que dije una grosería a los 6 años. Tenía miedo que me castigaran…y creo que aún no se me quita. Mi educación siempre fue muy estricta, exigente. En el colegio jamás dejé de leerme un libro, de hacer una tarea. Incluso le pedía permiso a mi papá por teléfono para prender el televisor cuando estaba sola. ¿Exagerada, mamona, perna? Tal vez. Todo esto me llevó a ser enfermizamente autoexigente, le tengo poca tolerancia al fracaso y aprendí a ser igual de estricta con los que me rodean. No lo puedo evitar. Bueno, no es para menos cuando tu papá es carabinero y tu mamá proviene de familia alemana.

Cuando llegué a la adolescencia comenzó el proceso de cambio, la lucha contra mis padres y búsqueda del yo. Según ellos me puse rebelde, “oscura”. Miro hacia atrás y creo que fue un proceso completamente necesario y sano. A los 14 años, cuando te cuestionas mil cosas y otras más suceden a tu alrededor, te debes liberar de alguna forma. Más allá de un alboroto injustificado, pienso que fue una forma de decirles que ya no temía y que opinaba de forma diferente. Me vestí de negro, escuché metal, me junté con tipos de pelo largo y tatuajes, fui a fiestas con amigos que NO eran del colegio, me teñí el pelo negro, escribí poesía grotesca, leí relatos de Arthur Rimbaud, usaba bototos y odiaba el sol (eso aún lo hago). Fue una etapa en la cual me encontré, volví fuerte, hice escuchar mi voz.

Los años pasan y creo estar hoy en un equilibrio. Mis acciones y pensamientos se pasean entre estos dos lados de mí, sólo que a veces extraño mi infancia. Una vez, un personaje me puso un apodo: “gazapo rabioso”. Son las crías de los conejos, el adjetivo es algo obvio.


“Sueños que se confunden con la realidad, o viceversa. Hoy recordé juegos infantiles que permanecían escondidos. ¿Será la tímida luz del invierno? Nostalgia en mis manos.
¿Por qué temo? Descubrí que el miedo crece con los años. ¿Será por que la muerte está cada vez más cerca? Y a pesar que todo se veía más grande, saltaba desde el abismo intentando volar. Que graciosas las expresiones de aquellos que no notaban mi pequeña presencia. Las fantasías cubrían la realidad con un velo cálido, con una sutil luz. Quiero volver a esconderme en mi caja de cartón, esa que botó mi madre unas semanas después. Recostarme en mi cama y dejar colgando mi cabeza hasta sentirla hinchada de sangre. Comprar discos de vinilo y porotitos de dulce multicolor. Atrapar un pájaro que me picotee los dedos, alimentarlo y dejarlo ir. Retar a mis vecinos cuando se suban al árbol frente a mi ventana. Quiero mi “matacucos” amarillo y las calcomanías de ángeles que pegaba en mis muebles.”